¿Ya nadie quiere hablar cara a cara?
La psicóloga Sherry Turkle quiere saber por qué cada vez nos comunicamos más a través del móvil en lugar de hacerlo cara a cara y reabre el debate sobre el uso de Internet.
Sherry Turkle quiere abrir un debate sobre el arte de conversar. Esta psicóloga estadounidense del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), una de las grandes analistas de la digitalización de nuestras vidas, quiere saber por qué cada vez nos comunicamos más a través de dispositivos móviles en lugar de hacerlo cara a cara, por qué elegimos enviar mensajes de texto y llamamos menos, y por qué chateamos con un amigo mientras estamos sentados en la mesa con nuestros nuestros hijos a la hora de la cena.
¿Está en crisis el arte de conversar? La pregunta inspiró la investigación que dio lugar al libro Reclaiming Conversation, el último trabajo de Turkle, que lleva tres décadas estudiando cómo nos adaptamos a los avances de la tecnología y su influencia en nuestras relaciones. La autora representa hoy al sector más moderado y realista de un contexto en el que estamos más acostumbrados a oír a los extremos. Turkle no cree que la tecnología sea el problema, sino cómo la utilizamos, y propone que hagamos un uso “deliberado” de nuestros dispositivos.
La experta habla del padre que acompaña a su hija de siete años a una excursión del colegio y se da cuenta de que ha pasado una hora actualizando con fotos su perfil de Facebook, pero no ha hablado ni una sola vez con la niña. Del joven que admite que mira el teléfono por si tiene mensajes de sus amigos, pero que en ausencia de actualizaciones, entra en Twitter, Instagram o Facebook, “lugares familiares” para él. “En ese momento el teléfono es mi amigo”, explica. O de la universitaria que reconoce que, al saber que ha fallecido el familiar de una amiga, le enviará un correo electrónico, pero no le llamará por teléfono “porque le interrumpiría”.
Los adultos estadounidenses consultan de media su teléfono cada seis minutos y medio.
“¿Por qué pasamos tanto tiempo mandando mensajes y aún así nos sentimos tan desconectados de los demás?”, pregunta Turkle. La respuesta, según ella, está tanto en la falta de conversaciones cara a cara como en la cantidad de veces que las abandonamos para mirar un teléfono.
[…]“Se nos ha olvidado que hay una nueva generación que ha crecido sin saber lo que es una conversación ininterrumpida”
La profesora de MIT apunta a las relaciones con los niños como el mayor peligro de la tecnología y recuerda casi con nostalgia cuando le decía a su hija “usa tus propias palabras” en una conversación o “mírame mientras te hablo”. “Los menores aprenden que hagan lo que hagan, no logran acaparar la atención de los adultos que están conectados. Vemos a niños a los que les falta conversar, pero también padres que les miren a la cara”, escribe Turkle. En los menores está también la primera promesa de esperanza. “La manera más realista de romper este círculo es que los padres asuman su responsabilidad como mentores (…) No les pidamos que dejen el teléfono, tenemos que dar ejemplo nosotros”.
Todos podemos impulsar este regreso a la conversación, dice Turkle, a través de pequeños pasos, como hacer las cosas más despacio, crear lugares “sagrados” -en casa, la escuela o la oficina- donde no entren los dispositivos móviles, o convocar reuniones solo para conversar. “En vez de contestar emails mientras empujas el carro de tu hija, habla con ella; en vez de poner una tableta en la hamaca de tu bebé, léele un libro”.
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